No sé si esto está bien. Dudo un poco en hacerlo y, la verdad, me da miedo. No quisiera que mis padres, ni mis hermanos, ni mis primos ni mis tíos lo vieran. Lo peor sería que lo vieran las chicas; eso sí sería terrible. Imaginen: una vida entera luchando en el camino correcto y, de buenas a primeras, una se descarrila y cae por el precipicio. No es que crea estar en el precipicio, claro; pero los demás podrían verlo de esa manera.
Sólo por esta vez, o quizás esta y alguna otra, daré mi verdadera identidad: Culpita de Dios M. Zuviría. En los próximos días me dirigiré a ustedes como Culpita de Dios, a secas.
Entiéndase por boquita al diminutivo del órgano facial constituido por la conjunción de los labios. Aléjese el concepto de toda posibilidad de cercanía con un club deportivo. De corazón no implica sentimentalismos profundos ni alude a aquello que comúnmente llamamos alma. Simplemente refiere a la forma que socialmente convenimos que representa un corazón y que, según dicen, se asemeja a la forma de los labios de quien les habla. Perdón, escribe.
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